El placer y el displacer pueden relacionarse con la cantidad de excitación existente en la vida anímica, Correspondiendo el displacer a una elevación y el placer a una disminución de la cantidad de dicha excitación.
Como dijo Fechner: “Cada movimiento psicofísico que traspasa el umbral de la conciencia se halla tanto más revestido De placer cuanto más se acerca a la completa estabilidad o el displacer cuanto más se aleja de la misma”.
Por ello se puede decir que la vida psíquica es regida por el principio del placer, ya que una de las tendencias del aparato anímico es la de conservar lo más bajo posible o, al menos constante, la cantidad de excitación en él existente. Por eso, elevar la cantidad de excitación conllevaría un sentido anti funcional, es decir, el displacer.
A pesar de este perfecto funcionamiento primario del placer en el aparato anímico, éste tiene varios problemas o inhibiciones, como son:
El principio del placer es inútil y, hasta peligroso en alto grado, para la autoafirmación del organismo frente a las dificultades del mundo exterior. Bajo el instinto de conservación del yo, queda sustituido el principio del placer por el principio de la realidad que, sin abandonar el propósito de una consecuencia final de placer, exige y logra el aplazamiento de la satisfacción y nos fuerza a aceptar el displacer durante un largo rodeo necesario para legar al placer.
Casi toda la energía que llena el aparato anímico procede de los impulsos instintivos que le son inherentes, aunque algunos demuestran ser incompatibles con el resto por sus fines. Dichos instintos incompatibles son separados por el proceso de la represión y privados al principio de posibilidad de satisfacción.
La mayor parte de displacer es, displacer de percepción, percepción del esfuerzo de los instintos insatisfechos o percepción exterior. Un ejemplo de la transformación de la represión de una posibilidad de placer en una fuente de displacer es, todo displacer neurótico, placer que no puede ser sentido como tal.
Así, la resistencia del yo consciente y preconsciente se halla al servicio del principio del placer porque se trata de ahorrar el displacer que sería causado por la libertad de lo reprimido. De este modo, la labor será la de conseguir la admisión de tal displacer haciendo una llamada a principio de la realidad, lo cual produce disgustos pues saca los sentimientos reprimidos.
Otro término relacionado con el placer-displacer es la conciencia, que es la función de un sistema especial que se denomina Cc, Dado que la conciencia procura percepciones de estímulos externos y sensaciones de placer y displacer que no pueden provenir más que del interior del aparato anímico, podemos atribuir al sistema P-Cc una localización, vuelto hacia el mundo exterior y envolviendo a los sistemas psíquicos.
Todos los procesos excitantes que se desarrollan en los demás sistemas, dejan en el sistema P-Cc huellas duraderas como fundamento de la memoria, al contrario que en sistema Cc, que no dejan huellas duraderas. Por tanto, la conciencia se forma en lugar de la huella mnémica.
Estudiado esto, se puede contradecir el principio kantiano que dice que el tiempo y el espacio son dos formas necesarias de nuestro pensamiento, ya que los procesos anímicos inconscientes no pueden ser ordenados temporalmente porque el tiempo no cambia nada en ellos.
El sistema Cc recibe excitaciones procedentes del exterior y del interior, y la diversidad y a situación de las condiciones entre ambos es lo que regula la función del sistema y del aparato anímico. Contra las excitaciones del exterior existe una protección, logrando que las cantidades de excitación que llegan actúen disminuidas. Contra las excitaciones procedentes del interior, sin embargo, no existe ninguna protección, creándose por ello una serie de sensaciones de placer y displacer. Por esto la conducta actúa contra las excitaciones exteriores que conllevan un aumento demasiado grande de displacer.
Además hay excitaciones exteriores que tienen suficiente energía para atravesar la protección, como las traumáticas, que ejercen un displacer específico. Para corregirlo, el sistema recibe nueva energía para transformarla en reposo. Por tanto, las funciones del aparato anímico son independientes al principio del placer, pareciendo más primitivas que a intención de conseguir placer y evitar displacer. Aun así, no se contradice.
La carencia de un dispositiva protector contra las excitaciones del interior de la capa cortical tiene por consecuencia que tales excitaciones entrañen máximas “perturbaciones económicas”. Las más ricas fuentes de tal excitación interior son los instintos del organismo. Un instinto sería, pues, una tendencia propia de lo orgánico vivo a la reconstrucción de un estado anterior, que lo animado tuvo que abandonar bajo el influjo de fuerzas exteriores perturbadoras.
Por ello, si todos los instintos orgánicos son conservadores e históricamente adquiridos, y tienden a una regresión o a una reconstrucción de lo pasado, se deberá atribuir todos los éxitos de la evolución orgánica a influencias exteriores, perturbadoras y desviantes.
Así la tensión generada intenta nivelarse apareciendo el instinto principal de volver a lo inanimado: la meta de toda vida es la muerte.
A pesar de esto, existe el instinto sexual, que se contradice con lo mencionado anteriormente, pero puede ser tomado como que el organismo no quiere morir si no es a su manera y no sin haber cumplido antes el otro instinto básico de reproducción.
Los instintos sexuales muestran más resistencia contra las actuaciones exteriores pues conservan la vida por más tiempo, por lo que pueden considerarse los verdaderos instintos de vida. Ya que los instintos del yo están encaminados a la muerte y los instintos sexuales están encaminados a la conservación de la vida, cuando los pequeños animales copulan, antes de haber sufrido modificación alguna por la edad, quedan, después de la cópula, rejuvenecidos y preservados de la vejez. Asimismo, es muy posible que los infusorios sean conducidos por un proceso vital a una muerte natural.
Habiendo visto todo esto, podemos decir que el principio del placer será entonces una tendencia al servicio de una función encargada de despojar de excitaciones al aparato anímico, mantener en él constante el montante de excitación o conservarlo lo más bajo posible, sin poder concluir en una sola de las dos opciones.
También hay que decir que los procesos primarios producen sensaciones mucho más complejas que los secundarios. Además son más tempranos ya que al inicio de la vida anímica solo existen ellos, Por ello, se llega al resultado de que la aspiración al place se manifiesta más intensamente al principio de la vida que después, aunque no tan ilimitadamente, porque tiene que tolerar frecuentes rupturas.
Por último, el principio del placer parece hallarse al servicio de los instintos de muerte, aunque también vigile a las excitaciones exteriores, consideradas como un peligro para las dos clases de instintos pero, especialmente, a las elevaciones de excitación procedentes del interior, que tienden a dificultar la labor vital.
Principio del placer tenga una credibilidad muy fiable para mi, hay ciertos puntos oscuros que habría que reestructurar para perfeccionarlos y poder llegar (o no) a establecer una teoría demostrable en toda su plenitud (si no se ha hecho ya, claro esta).
Para lograr esto y finalizar mi trabajo, voy a transcribir unos versos que empleó Freud para finalizar su obra, refiriéndose al lento progreso del conocimiento científico:
Si no se puede avanzar volando, bueno es progresar cojeando, pues está escrito que no es pecado el cojear.
proceso primario, la energía psíquica fluye libremente, pasando sin trabas de una representación a otra según los mecanismos del desplazamiento y de la condensación; tiende a recatectizar plenamente las representaciones ligadas a las experiencias de satisfacción constitutivas del deseo (alucinación primitiva). En el caso del proceso secundario, la energía es primeramente «ligada» antes de fluir en forma controla