Cada pieza dentro de la teoría psicoanalítica es fundamental para el desarrollo de ésta, aunque unos sean más significativos es necesario que se conozcan los pequeños.
Un concepto fundamental que todo psicoanalista debe conocer es sin duda el complejo de castración, la cual no va simplemente por la mutilación de los órganos masculinos, sino una experiencia compleja dentro de la vida de todo ser humano que vive inconscientemente entre los cinco y los seis años aproximadamente. La cual es crucial para la identificación sexual del niño, los elementos que lo hacen tan importante radican desde el inicio del conocer la angustia por primera vez, además de conocer anatómicamente los sexos.
Habrá que recordar que hasta este momento el niño vivía en una ilusión de omnipotencia y desde este momento se da cuenta que el planeta está dividido en hombres y mujeres, así como también que su cuerpo tiene limitaciones, es decir acepta que su pene jamás podrá realizar sus deseos con la madre.
Sin embargo, el complejo de castración no solo es un momento cronológico, sino también una etapa de la evolución sexual infantil. Por el contrario, la experiencia inconsciente de la castración se ve renovada sin cesar a lo largo de la existencia y puesta en juego nuevamente de modo peculiar en la cura del paciente adulto.
Uno de los fines de la experiencia analítica es posibilitar y reactivar en la vida adulta la experiencia por la que atravesamos en la infancia “admitir con dolor que los límites del cuerpo son más estrechos que los límites del deseo”.
Podríamos decir que el complejo de castración se conoce por primera vez en 1908, en el ensayo “El análisis de un niño de cinco años” (Juanito), ahí es donde Freud lo menciona por primera vez.
En el niño el complejo de castración inicia dentro de su fantasía, donde todo el mundo tiene un pene igual al suyo, un momento preliminar donde aún no conoce las diferencias anatómicas de los sexos, éste es un momento fundamental ya que es necesario para que surja la angustia al darse cuenta en un ser cercano a él (mamá o hermana) no tiene el pene que él sí, una vez que el niño está viviendo esta etapa de omnipotencia es donde inician las amenazas verbales por parte del padre, vetando las acciones autoeróticas (tocamiento, masturbación, etcétera). El niño poco a poco internaliza estas amenazas pero más allá de perder su miembro viril, van dirigidos hacia los fantasmas incestuosos, donde el niño debe renunciar a algún día ocupar el lugar del padre, pero entonces las amenazas no surten efecto aún ya que es necesario otro factor, el cual es descubrir visualmente la zona genital femenina, no es en si los órganos masculinos, sino la zona púbica del cuerpo de la mujer, lo que entonces el niño descubre no es la vagina de la mujer, sino la falta de pene, de primer momento el niño no presta interés alguno a ésta situación, pero el recuerdo de las amenazas verbales escuchadas con anterioridad es donde llega el momento precastración, donde el niño al ver la ausencia de ese miembro del que tan orgulloso está, decide omitir lo visual resistiéndose a este hecho diciendo, “la niña tiene un pene pequeñito, pero le crecerá”.
El niño que hasta entonces continúa intentando creer que las grandes mujeres como su madre poseen pene, cambiará de postura al descubrir que su madre tampoco posee éste órgano, pero como se mencionó es necesario la unión de dos factores para que fluya la angustia de castración, el darse cuenta de la anatomía de los sexos y las amenazas del padre, debemos recordar que es angustia inconsciente.
Con la llegada de la angustia de castración es entonces donde el niño decide salvar su pene y renunciar a su madre como objeto sexual, tomando así su identidad sexual masculina, esta crisis por la cual el niño tuvo que atravesar fue necesaria para conocer sus límites, dicho así el final del complejo de castración es para el niño también el final del complejo de Edipo.
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